Es difícil englobar este gran océano de edades en un bloque único. Se trataría de un amplio tema que comienza con el desarrollo de los más primarios mecanismos neurosensoriales, y se prolonga hasta una etapa en la que ya están plenamente establecidas ciertas capacidades cognitivas y muchos de los rasgos de personalidad.
Pese a ser una etapa en la que el bebé es un ser principalmente pasivo, alcanzando tan solo un grado de desarrollo y aptitudes para el manejo de tareas muy rudimentarias, es según las investigaciones la etapa que mayor influencia tendrá en el desarrollo integral del niño.
La importancia de la estimulación en esta fase de la infancia se pone de manifiesto en aquellos casos en que su ausencia (en niños abandonados y posteriormente adoptados, por ejemplo), provoca no ya retrasos en el desarrollo y adquisición de ciertas habilidades (del lenguaje, de aprendizaje, etc.), sino determinados rasgos de carácter que persistirán en etapas posteriores.
El proceso de desarrollo psiconeurológico se basa a lo largo de las distintas fases de aprendizaje del niño en la asimilación de estímulos exteriores. Cuanto mayor y más temprana sea la capacidad del niño de percibir y procesar dichos estímulos, mayor será la exposición a los mismos, y por tanto más completo el desarrollo de sus capacidades.
Esa es la razón por la que es imprescindible una relación activa con el bebé desde un primer momento. La naturaleza hace a la madre de manera intuitiva comunicarse con él aun bajo la certeza de que tal comunicación no será inicialmente comprendida. Onomatopeyas, sonidos básicos, vinculación de estímulos táctiles y sonoros, aplicación de ciertos movimientos, hacen trabar la maquinaria sensorial del recién nacido, facilitando y acelerando la red de uniones neuronales que se está formando en su cerebro. Cuanto mayor y más frecuente sea esta comunicación inicial, mayor será el desarrollo fisiológico del bebé.
Este aporte de estímulos, sin embargo, no debe nunca plantearse como proceso de aprendizaje de ciertas actividades rudimentarias. No debe pretenderse que el bebé comience a imitar movimientos, articular sonidos, o responder en un determinado tiempo. Que el bebé de su cuñada fuera ya capaz de decír “ba-bá” a la edad que ahora tiene el suyo, no implica que en un futuro alcance un mayor o menor grado de desarrollo. El objetivo es conseguir la máxima exposición a estímulos, tengan resultados inmediatos o no, de manera que éstos se aporten copiosamente pese a la falsa impresión de que pueden caer en saco roto.
Las primeras capacidades adquiridas entre los 0 y 12 meses se refieren a procesos sencillos de imitación, emisión de los primeros sonidos, y primeros estadios de comunicación, como la respuesta con una sonrisa a determinados gestos de la madre, por ejemplo.
En el campo de la psicomotricidad, la evolución de su tono muscular le permitirá ir manteniendo la cabeza erguida. Irá adquiriendo la coordinación de manos, vista y boca. Además podrá elevar las piernas e incluso darse la vuelta por si solo. La evolución en su capacidad de agarrar los objetos le permitirá experimentar con ellos, mordiéndolos y chupándolos. A partir de los 6 meses será capaz de levantar los brazos cuando quiera ser cogido, y ganará habilidad en la manipulación y en el control de las manos, que le llevará a ser capaz de señalar aquellos objetos de su interés. El tono muscular y la coordinación motriz le llevarán a un gateo seguro. Hacia los 11 meses podrá intentar ponerse de pie. Continuará con el desarrollo del equilibrio, apoyándose en muebles y paredes en una primera etapa. Hacia los 12 meses, aparecerán los primeros pasos.
Experimenta con las formas y el movimiento de las cosas. Es la etapa de lanzar incansablemente objetos al suelo en un círculo vicioso cuyo único final es el de la paciencia del adulto que los coge y se los devuelve una y otra vez.
Tanto la evolución psicomotriz como la del crecimiento son habitualmente controladas en las consultas programadas de pediatría. Así mismo, puede encontrarse lugares en Internet desde los que descargar las tablas de percentiles por edades (peso, talla, índice de masa corporal…), donde registrar la evolución física del bebé. Uno de estos sitios, que incluye tablas en español, es la página del Nacional Center for Health Statistics de E.E.U.U, que puede encontrarse en:
Desde lo 12 a los 24 meses el bebé adquiere habilidades principalmente relacionadas con el movimiento. Afianza la marcha andando, toma seguridad en la carrera, aparece el control motriz complejo, siendo capaz de manipular algo con las manos mientras camina. Puede manipular juegos que desarrollan la psicomotricidad gruesa, dando vueltas a una carraca, o introduciendo figuras sencillas s través de un orificio. Siente interés por la arena del parque, y por algún que otro columpio.
El aprendizaje y desarrollo del niño es principalmente manipulativo: tocar, lanzar, golpear, mover. Cuanto mayor sea la variedad de objetos con los que experimentar, mayor será el espectro de experiencias adquiridas, que se traducen en un mayor número de nuevas conexiones neuronales, base de la infraestructura fisiológica con que continuar los procesos de aprendizaje.
Aparecen los primeros procesos de comunicación e intercambio con el entorno, y con las personas que le rodean. Comienzan a tomar prestado el cubo y la pala del resto de los niños del parque, pese a que el juego es aún completamente individual. Expresa su conformidad o disconformidad cuando la madre le sustrae un objeto, le da una determinada comida, o le coloca en un lugar determinado.
Es capaz de reconocer a sus padres, hermanos, o familiares en una fotografía, balbuceando quizás sus nombres. Su creciente evolución con dedos y manos le permitirá enfrentarse a maniobras más complejas, como pasar varias páginas de una revista, o imitar a sus padres en las tareas domésticas.
En la etapa de los 24 a los 36 meses, el desarrollo del lenguaje facilita el intercambio con el medio. El niño comienza a ser capaz de hacerse entender de manera más eficaz, pidiendo lo que necesita o expresando su acuerdo o desacuerdo con las decisiones de los demás.
El control del movimiento es ya notable en lo que se refiere a psicomotricidad gruesa. A lo largo de este periodo será capaz de saltar con los pies juntos, y comenzará a sentirse atraído por el triciclo.
Así mismo, empieza a tener la necesidad de manejar otros objetos para los que necesita de mayor precisión, comenzando a ejercitar aspectos de la psicomotricidad fina. Con ayuda, comienza a manejar juegos para introducir una aguja con una cuerda por un camino de orificios a modo de costura. Quita la tapa de los frascos, y desnuda a sus muñecos. Puede identificar y discernir con mayor claridad las formas, mostrando ya una completa habilidad en la identificación de objetos con figuras geométricas, que puede introducir por el orificio correcto. Puede armar puzzles de 4 piezas. Toma posesión de la casa, manipulando todo lo que hay en ella y abriendo cualquier cajón en el que haya algo que descubrir. Es capaz de sujetar una pintura y marcar los primeros garabatos sobre el papel.
El aprendizaje sigue siendo primordialmente manipulativo, pese a que van apareciendo otras facetas en su actividad, como las sociales. Sigue ejerciendo un juego individual, pero muestra ya cierto interés por el resto de los niños con que se relaciona. El empleo de los juguetes es ya completo considerándolo como algo más que un simple objeto que lanzar o manipular gruesamente, aprovechando sus características y funcionalidad específica.
Tanto el desarrollo del lenguaje como el de la psicomotricidad es muy rápido, evidenciándose una gran evolución en cortos periodos de tiempo.
Aparece el sentido de la propiedad, mostrándose celoso de sus juguetes. Es así mismo la etapa de la oposición, apareciendo el “no” compulsivo. Las rabietas se convierten en la estrategia para alcanzar sus objetivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario